y en honor a Magdalena y su locura
presa pánico de mis propios huesos
insalubre de tristeza total de alegría soberana
presa pánico
de las mesas
los cojines
las lámparas
los teclados
las alfombras
los botones
los cuadernos
los helados
presa pánico de los sombreros de magia
adorada de los sombreros de magia
de sus abejas sus frutillas
sus no-colores sus pergaminos
adorada de mi propia ausencia
presa pánico de la huella
de la piel que se va volviendo
piel
y nada más
actúo
suave:
invierto el puente arcoiris hacia la sustantividad de mi vena
y sangro el amor del mundo